La actual pandemia de COVID-19 ha motivado a muchos en todo el mundo a adoptar diferentes enfoques para comprender el virus, vigilar cómo se propaga el virus y buscar tratamientos efectivos. Esta crisis de salud ha centrado los esfuerzos mundiales en aprovechar la tecnología para combatir la pandemia. Las herramientas tecnológicas tienen fortalezas innegables y son muy prometedoras; sin embargo, en estas circunstancias extremas, donde se esperan resultados rápidos, hay varios desafíos que superar.
Una de las herramientas tecnológicas más discutidas ha sido el desarrollo de aplicaciones de rastreo de contactos. Muchas aplicaciones ahora existen tanto para administrar digitalmente el procedimiento de notificación como para rastrear la propagación geográfica del virus. Estas aplicaciones continuarán siendo importantes a medida que se alivien los bloqueos globales. Sin embargo, su éxito depende de la aceptación, y las preocupaciones sobre la privacidad de los datos personales pueden impedir su uso. Una encuesta de 4917 adultos en los EE. UU. Sugiere que la población está dividida sobre si es aceptable que el gobierno use datos de teléfonos móviles para rastrear su ubicación con el fin de comprender la propagación del virus, para rastrear contactos y para monitorear el cumplimiento a las políticas de distanciamiento social. En un movimiento que hace eco de los gritos públicos por la seguridad y la transparencia de los datos, la aplicación de seguimiento de contactos del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido está siendo supervisada por una junta asesora de ética, y el código del software se ha hecho público. Del mismo modo, el gobierno australiano está redactando una legislación para su aplicación COVIDSafe para proteger la privacidad de los datos.
Los tratamientos candidatos también están siendo aumentados por herramientas tecnológicas. La inteligencia artificial ha sido utilizada por compañías como Exscientia, Scipher Medicine y BenevolentAI para detectar drogas que puedan reutilizarse contra el virus. BenevolentAI identificó baricitinib, un medicamento antiinflamatorio utilizado para el tratamiento de la artritis reumatoide que se predice que tiene propiedades antivirales. En mayo se inició un ensayo clínico que investigaba un régimen de tratamiento combinado de baricitinib y el remdesivir antiviral; sin embargo, dado que las advertencias de seguridad del medicamento incluyen un riesgo de desarrollar infecciones graves y reactivación viral, tanto el fabricante como los investigadores han advertido a los médicos y pacientes contra el uso de baricitinib para el tratamiento con COVID-19 hasta que haya evidencia de la eficacia y seguridad de hacerlo. sido establecido Tal precaución está justificada, dado que la comunicación de un tratamiento potencial puede conducir a la automedicación provocada por la propagación de información errónea en línea, como fue el caso de la cloroquina y la hidroxicloroquina.
La comunicación misma ha cambiado dramáticamente durante la pandemia. Los bloqueos globales han visto un aumento en el uso de WiFi y teléfonos móviles, y las redes sociales son una de las principales actividades. Las plataformas de redes sociales han servido como mecanismos para ayudar a las personas a mantenerse conectadas, entregar mensajes importantes de salud pública y difundir importantes hallazgos de investigación. Sin embargo, estas plataformas también han dado lugar a la llamada infodemia (una sobrecarga de información sobre la pandemia), lo que hace difícil distinguir qué información es precisa y qué no. Aunque los gigantes tecnológicos como Facebook y Twitter intentan contrarrestar este peligro dirigiendo a los usuarios a fuentes de información oficiales y eliminando publicaciones que entren en conflicto con las políticas de salud pública, estos movimientos no han detenido la infodemia, lo que sugiere que se requieren regulaciones más estrictas. Una encuesta de 1006 adultos en el Reino Unido sugiere que el 33% quiere que los sitios de redes sociales tomen medidas voluntarias para evitar la propagación de información errónea, mientras que el 55% estaría a favor de que el Gobierno del Reino Unido imponga medidas obligatorias, por lo que responsabiliza directamente a estos sitios por lo que se comparte en sus plataformas. Será clave garantizar que tales acciones se regulen de manera justa y transparente con los mejores intereses del público en el corazón.
Un tema general aquí es el efecto que estas herramientas tecnológicas han tenido en el público en general. Por un lado, el conocimiento es poder: ser consciente del rápido ritmo al que los investigadores y las empresas están desarrollando formas de rastrear COVID-19, tratarlo y difundir información puede ayudar a las personas a sentirse seguras. Por otro lado, la influencia que este conocimiento puede tener en ellos, como sentir que sus datos personales están siendo monitoreados, automedicarse con un medicamento sospechoso de ser efectivo contra el virus, o compartir reclamos sin fundamento sobre el virus en las redes sociales. , podría ser peligroso y generar desconfianza pública. Asegurar la privacidad de los datos, moderar adecuadamente los hallazgos prematuros y regular qué información de salud se comparte en línea son pasos necesarios para superar estos desafíos.
Fuente: Revista Británica "The Lancet" para Junio del 2020.
Disponible en la siguiente dirección: https://doi.org/10.1016/S2589-7500(20)30113-8
Comentarios
Publicar un comentario